domingo, 16 de octubre de 2011

¿CÓMO SERÁ LA REEVANGELIZACIÓN DE EUROPA?

Parece claro que la reevangelización de Europa es un objetivo estratégico del papado de Ratzinger. Y eso por varias razones.

La primera es que, si las potencias europeas llevaron el credo cristiano por el mundo durante su expansión imperialista, también es posible que una ola de laicismo y de ateísmo en el viejo continente llegue a sus antiguas colonias con las que siguen manteniendo un contacto más o menos estrecho a nivel, por lo menos, cultural.

La segunda es que el centro del catolicismo está en Europa. Un centro de referencia debilitado en una estructura tan jerarquizada como la ICAR, provocaría movimientos del catolicismo en algunas regiones del mundo hacia distintas direcciones que lo desmembrarían.

La tercera es que, a pesar de que podamos pensar que el número de practicantes ha disminuido y que las costumbres y criterios morales que imperan en Europa cada vez se están alejando más de la influencia vaticana, lo cierto y verdad es que este abandono sociocultural no se ha plasmado todavía institucionalmente, por lo que el poder económico de la ICAR no se ha visto debilitado en Europa. Una buena parte del poder económico de la ICAR y de su influencia mundial en su conjunto sigue estando en Europa; pero el Vaticano no puede confiarse. Si los ciudadanos europeos presionaran directamente a sus gobernantes para que tomaran algunas medidas que pudieran debilitar el poder eclesiástico, el declive católico en Europa sería inevitable.

Y la cuarte es, en parte, un corolario de la anterior y es la constatación que en otros países desarrollados, especialmente EEUU, se está dando una influencia cada vez más preocupante del pensamiento religioso en la política; pero esta vez, dicha influencia no está liderada por el Vaticano. Un fortalecimiento de otras corrientes del cristianismo en el seno de la superpotencia mundial y con acceso directo al poder político, sin duda alguna, constituiría una competencia amenazadora a nivel mundial para la ICAR si ésta no pudiera oponer, a su vez, cierta influencia en Europa.

¿Existen algunas circunstancias que pudieran influir en la consecución de este objetivo estratégico de Ratzinger?

Sin duda alguna. La actual crisis económica puede amenazar el llamado estado del bienestar. Uno no puede estar seguro de si es la crisis la que está provocando el desmantelamiento del estado del bienestar; o es el propósito de desmantelar el estado del bienestar el que ha provocado la crisis; pero lo cierto y verdad es que Europa parece que está dispuesta a renunciar a proteger a sus ciudadanos de los vaivenes de la economía. Se pretende cambiar derechos sociales garantizadores de una vida digna y de cierta igualdad de oportunidades por beneficencia; y en este campo la ICAR puede maniobrar. La beneficencia de la iglesia puede hacer soportable la situación social sin que ésta explote. Además, los estados tienden algunos a externalizar los servicios que el estado presta a sus ciudadanos, como por ejemplo, la educación. Mantener la posición de la Iglesia en el ámbito educativo, garantiza su influencia en la sociedad en el futuro; por eso siempre se mostrará dispuesta a ayudar al estado a cubrir las necesidades educativas de la población. Pero es una irresponsabilidad manifiesta de los estados laicos y aconfesionales dejar en manos de una asociación religiosa la formación de los ciudadanos del futuro, a no ser que bajo cuerda se pretenda desde posiciones conservadoras establecer una especie de alianza entre la ICAR y dichas ideologías que rechazan el “excesivo” (en su opinión, claro está) papel del estado en la sociedad.

¿Cómo se produciría esta reevangelización?

Sorprende que el Vaticano apele a la libertad de conciencia y a la tolerancia para defender su postura, su influencia en el ámbito de la educación, su presencia en el espacio público y su supuesto derecho a proponer medidas que resalten la raíz cristiana de Europa. Sorprende precisamente porque, si en algo se ha caracterizado la historia de la Iglesia, es su intolerancia hacia aquellos que piensan diferente. Pero la Iglesia no habla de la misma tolerancia, ni de la misma libertad que puede entender el común de los mortales. No parece un ejemplo de tolerancia la oposición que la Conferencia Episcopal Española pretende liderar en España respecto al llamado matrimonio gay. A nadie se le obliga casarse con una persona de su mismo sexo; pero desde el pensamiento moral de la ICAR sí se pretende evitar que aquellas personas que quieran lo puedan hacer.

Desde el catolicismo se puede estar repitiendo la misma estrategia que utilizó Tertuliano en el pasado y que consistió en pervertir el significado de una palabra que hacía referencia a algo positivo y esencial para la sociedad en ese momento. Me estoy refiriendo a religio. En el mundo latino, religio nada tenía que ver con la verdad o falsedad de las creencias, ni con la moral personal. Mediante la religio, con sus dioses, ritos y demás, los ciudadanos se comprometían con sus ciudades en su mantenimiento y engrandecimiento. La superstición, en cambio, para los romanos hace referencia a aquellos ritos y dioses que corresponden a ciudades que han perdido su estatus de ciudad libre. Los cristianos fueron perseguidos no por sus creencias, sino porque no realizaban los ritos que les deberían comprometer con el servicio a su ciudad. Tertuliano, en su libro “Apologética” se apropia del término de religión para explicar las características del cristianismo. El movimiento de Tertuliano es audaz y en parte similar que el cristianismo realizó en el mundo heleno. El cristianismo se convirtió de ser una hairesis (escuela de filosofía) como las demás, a pretender ser la única verdadera filosofía. Ahora, el cristianismo se convierte en religión y el resto, incluso las antiguas religiones cívicas, en supersticiones.*

La ICAR pretende hacerlo con los conceptos estrellas de la sociedad actual y que son la tolerancia y la libertad de conciencia. La característica específica de la sociedad occidental es la heterogeneidad. Sólo es posible la convivencia entre posturas diferentes, e incluso, antagónicas, si se crea un espacio público basado en la tolerancia. Pero la tolerancia no implica necesariamente que se prohíba la crítica entre esas distintas posturas sociales, políticas, religiosas y demás. Incluso se puede decir que una sana controversia entre ellas resulta positiva para la sociedad que alberga estas posturas divergentes, ya que favorece que se termine por imponer la mejor de estas ideas. Es a partir de ahí, dónde la Iglesia católica empieza a intentar tergiversar el significado del concepto de “tolerancia”, en dos sentidos, uno, trata de hacer creer que cualquier crítica que recibe es una muestra de la intolerancia de sus adversarios hacia ellos y dos, pretende ocupar el espacio público como si fuera un derecho inalienable pero sin aceptar previamente la neutralidad del mismo, condición necesaria para que puedan convivir opciones divergentes o antagónicas entre sí. La neutralidad del espacio público implica previamente la construcción de un consenso mínimo entre todas las partes implicadas y que todas estén consideradas entre sí como iguales. Todas las personas pertenecientes a cualquier grupo tienen los mismos derechos y obligaciones en relación al modo de comportarse con el fin de mantener ese espacio público neutral. El único modo posible de construir ese espacio no puede ser otro que utilizando aquello que es común a todas las personas, la razón. Todo aquello que se puede transmitir de manera razonable puede facilitar la construcción de ese espacio público; pero las creencias que no se basan en la razón, sólo pueden mantenerse en un ámbito privado. La Fe cristiana entra evidentemente dentro de esa categoría que sólo puede mantenerse en el ámbito privado de la persona. No se puede transmitir de manera razonable. Pero la religión cristiana, en sus orígenes, tuvo un marcado carácter público, la religio romana. Esa fue su fuerza, la que le hizo triunfar, al ser un vector que integraba a la sociedad de determinados momentos históricos. En este hecho se encierra, en mi opinión, la contradicción radical en la que se encuentra la religión católica y de la que sólo puede salir tratando, otra vez, de usurpar los valores de la sociedad actual. ¿Cómo? Primero, aceptando el vocabulario, aunque dándole un significado distinto; segundo, alcanzando una posición hegemónica dentro de esa sociedad; y tercero, hacer desaparecer, como si nunca hubieran existido, las corrientes de pensamiento contrarias al pensamiento cristiano; al apropiarse del vocabulario, su significado primero termina por desaparecer.

Actualmente, no lo tiene fácil. Primero debería unificar sus organizaciones, el proyecto ecuménico iría en ese sentido. Segundo, expresar el consenso laico actual en dos tipos de lenguajes que se puedan en cierta manera intercambiar entre sí: el normal, pero dándole ya un matiz favorable al credo religioso, y el otro, traduciéndolo a un vocabulario propiamente religioso. Y tercero, tratar de arrinconar a las organizaciones que se opongan a la religión institucionalizada. Esto no implica orden secuencial, sino simplemente, enumero las posibles salidas que le quedan a la ICAR para realizar tal reevangelización de Europa. No es necesario que sea una estrategia ideada en su conjunto conscientemente por las autoridades eclesiásticas. Pero sí puede darse una convergencia más o menos implícita entre los distintos autores cristianos y que termine por consolidarse y hacerse definitivamente consciente para todos ellos.

El quid de la cuestión siempre es el mismo: el cristianismo nunca se considera a sí mismo al mismo nivel que el resto. A partir de considerarse como la culminación del judaísmo, parece que ese complejo de superioridad le ha acompañado a lo largo de su historia. Ese complejo de superioridad le sirvió para posicionarse como la “única filosofía segura y apropiada” (como defendían los “filósofos” cristianos en el siglo I en el mundo heleno) y considerar a la persona que no aceptaba sus dogmas como malvada y merecedora de castigos sin fin, “no hay salvación para los que están culpablemente fuera de la Iglesia”, dijo Pio IX en 1854.

¿A qué nuevos territorios les llevará tal complejo de superioridad? Esperemos darles una cura de humildad y que no lo puedan averiguar.


*(Para analizar la evolución del concepto de “religión” en el mundo romano me he servido del análisis que hace Maurice Sachot en su libro “La invención de Cristo”, 1998 Ed. Biblioteca Nueva, Madrid)