martes, 20 de septiembre de 2011

LOS ATEOS Y LA POLÍTICA

¿Por qué unas religiones se han mantenido a lo largo de los siglos y otras apenas han perdurado el tiempo de vida de su fundador? Algunas corrientes “heréticas” dentro del cristianismo han sido eliminadas a sangre y fuego. Parece pues evidente que dependiendo de los servicios que un determinado Credo presta al Poder político del momento, una determinada religión se ha visto favorecida en su expansión y desarrollo, en detrimento de otras. Los que molestaban fueron eliminados en beneficio de otros que podían servir a los intereses del poderoso. No son, por tanto, las supuestas virtudes de su cuerpo doctrinal en el orden espiritual lo que explicaría ese éxito; sino, más bien, las “fortalezas políticas” de la institución encargada de propagar ese Credo.
¿Cuáles serían esas fortalezas en el caso de la Iglesia Católica, apostólica y romana?

En primer lugar, su alianza con el Poder. Constantino, en palabras de M. Onfray, “les paga un sueldo…los compra” (a los católicos) y éstos se dejan comprar. Hay aspectos centrales del Credo católico que favorece la sumisión de los subyugados frente al poder terrenal y sus injusticias. Así elementos propios del catolicismo como la Santa Providencia de Dios, su omnipotencia e infinita sabiduría, un supuesto plan divino incomprensible para la mente humana, la promesa de un mundo más allá de la muerte, más valioso que el terrenal y que para acceder a él tenemos que hacer méritos durante este valle de lágrimas, cuánto más desgracias padecemos en esta vida y con mayor entereza y sumisión las soportamos, más probabilidades tenemos de disfrutar del cielo…todos estos aspectos han sido una bendición para las autoridades a lo largo de la historia de la Iglesia. Considerar que toda autoridad, por muy despótica e injusta que fuera, estaba colocada ahí por la Gracia de Dios, entraba dentro de la lógica interna del catolicismo. A partir de este pacto entre la Iglesia y el Poder, las autoridades eclesiásticas se vieron favorecidas de forma determinante, no sólo a través de prebendas y donaciones, sino también mediante la eliminación de cualquier competencia en el mercado de las almas.

En segundo lugar, y como consecuencia de lo anterior, el desarrollo organizativo de la Iglesia es portentoso. Ha influido y se ha filtrado en todos los aspectos de la vida cotidiana sin perder cohesión, en virtud de una estructura jerárquica “pétrea”.
Además, a sus adeptos se les exige un compromiso total, dedicación a tiempo completa, renuncia de los bienes terrenales en beneficio de la propia Iglesia y a algunos, alejamiento total del mundo. El celibato de los religiosos pretende evitar todo tipo de distracciones e influencias al margen de la Iglesia. Las monjas portan un anillo de casada, verdadero compromiso de por vida con la Iglesia y su congregación. Esta exigencia a sus adeptos les confiere una fuerza tremenda no sólo por su dedicación, sino porque sus vidas sólo cobran sentido en la medida que consiguen más adeptos hasta alcanzar la totalidad del género humano.
Por si esto fallara, al Soberano absoluto de este imperio, el Papa de Roma, se le reconoce que su juicio es infalible ya que está inspirado directamente por el mismísimo Dios. De esta manera, la disidencia dentro de la ICAR, es prácticamente imposible.
Además, y para terminar este apartado, existe una duplicidad de funciones del Papa (líder espiritual universal y Jefe de Estado) que lo convierte, aún hoy en día, como uno de los individuos más poderoso de este mundo a pesar de que son evidentes en ese extraño y minúsculo Estado del Vaticano rasgos característicos de… ¡¡la Edad Media!! Así, se da la paradoja que ciudadanos de un Estado deben obediencia ciega a un jefe de un Estado extranjero, de tal manera que se le reconoce mayor legitimidad a ese jefe de Estado, Ciudad del Vaticano, que a las leyes democráticas propias de su propio país. Como prueba de la fuerza política que este detalle le otorga a la ICAR, sólo dos ejemplos recientes en España. Uno, la oposición de la Conferencia Episcopal Española a algunas leyes del gobierno socialista y cómo han sacado a sus fieles a la calle, no para defender su derecho a tener las creencias que estimen oportunas, sino con el objetivo de evitar que, en la legislación española, se regulen opciones distintas a su concepción moral sobre el matrimonio, la sexualidad y la procreación. Y dos, con motivo de las recientes JMJs, las autoridades españolas de forma, a mi parecer, vergonzosa, han pedido al Papa ayuda para solucionar asuntos de carácter interno como el destino futuro del Valle de los Caídos y su colaboración para acelerar el final de la violencia en el País Vasco. Entre el Vaticano y el estado español se ha producido un intercambio de favores que demuestran la debilidad de un estado aconfesional, en teoría, respecto a ese extraño estado medieval.
No hay una organización transnacional que se le pueda comparar ni de lejos. Los tentáculos de la Iglesia son innumerables.

Por último, no menos importante es la ambigüedad del discurso católico en determinados aspectos. Las continuas contradicciones que se dan en los libros sagrados monoteístas lejos de ser una debilidad, se han convertido en una fortaleza inexpugnable. No hay ataque dialéctico que no se pueda esquivar citando al libro sagrado; en él se defiende una cosa y su contraria y la contraria de la contraria sin volver a ser la original. ¿Cómo es posible que hablen del mismo Dios los teólogos de la liberación y los dictadores como Pinochet y Franco? Siempre Dios tiene algo que decir en cada momento y sobre cualquier tema para apoyar la postura que más interesa para el fortalecimiento de la iglesia. La Iglesia, en un ejercicio supremo de hipocresía, trata de adaptar su mensaje a la sensibilidad cambiante de la sociedad, pero manteniéndolo intacto en sus pilares fundamentales, siguiendo la estrategia de que algo cambie para que todo siga igual, olvidando sus contradicciones y sus “pecados” del pasado.

En resumidas cuentas, la Iglesia es una estructura de poder y sólo considerándola así se puede reducir su influencia. De nada sirve, o muy poco, que se le pueda rebatir sus dogmas si mantiene su influencia en la enseñanza, pueda utilizar unos recursos económicos ingentes y mantenga sus privilegios (concordato, exenciones fiscales y un largo etcétera) todavía en la España actual. En consecuencia y en mi opinión, si queremos que las creencias religiosas no entorpezcan más las ansias de felicidad del ser humano, el movimiento laico debe plantear su futuro como una empresa política en parecidos aspectos a los que he reseñado anteriormente en relación a la ICAR, a saber, influencia sobre el poder político, capacidad de organización, recursos y amplitud de un discurso propio lo suficientemente rico y atrayente para la sociedad actual.

No hay comentarios:

Publicar un comentario